jueves, diciembre 13, 2007

Un poco de todo

Vivimos en una sociedad bastante racionalizada. Consideramos la razón como una herramienta fundamental, incluso a veces la más valiosa.


Pero hay una frase que yo procuro no perder de vista: "quien es dueño de sus sentimientos es esclavo de su razón."


Ya Max Weber era consciente de que en los estados modernos la burocracia y la legalidad eran lo imperante, y sin embargo advertía de que nunca se presentan en formas puras, sino que siguen siendo importantes el carisma y la tradición.


Descubrí algo bastante impactante durante mi trabajo de campo: incluso cuando racionalmente sabes que debes comportarte de una manera (en este caso no permitir que tus sentimientos obnubilen tu juicio, te hagan perder la objetividad), el caso es que los sentmientos andan continuamente interfiriendo.


La cosas son aún más complicadas a día de hoy de lo que lo eran cuando se tenía una fe ciega en la razón. Pese a los esfuerzos de Habermas por afirmar que aún podemos confiar en la racionalidad, lo cierto que Nietzsche, en su fragmento del hombre frenético (traducido en ocasiones como el loco) ya preveía lo que suponía el dejar de creer en una fuente última de seguridad y verdad.
Hoy parece que tengamos que llegar a un acuerdo entre sentimientos o intuiciones y pensamiento, dejar que se modulen mutuamente.
Dios solía ser esa piedra inmovil en la que apoyar la balanza que permitiría moverl el mundo.
Ahora sólo quedamos nosotros. Aterrador y liberador al mismo tiempo.