Ha sido para mí un placer adictivo la lectura de la obra "La falsa espiritualidad y la manipulación de los individuos" de Anne Fournier y Catherine Picard (de la editorial Paidós).
En ella se analiza el fenómeno de las sectas desde una perspectiva francesa, defensora de sus valores "libertad, igualdad, fraternidad" y de una república laica. Es un descubrimiento inesperado precisamente porque profundiza en las dimensiones económicas y políticas de estos grupos comparables a empresas multinacionales y que tratan de hacerse pasar por ONG o grupos religiosos para evitar el control estatal -principalmente el fiscal, pero también otros-.
Me gusta porque frente al modelo de Estado estadounidense, defensor de la propiedad privada, alaba las virtudes del francés, más basado en la protección del ciudadano y de los derechos humanos. Creo que pese al recelo que despiertan los chovinistas, es importante reconocer que los esfuerzos por defender los derechos de los ciudadanos de a pie tienen efectos positivos sobre su calidad de vida.
Hace poco, hablando con alguien, comparábamos la defensa de los derechos de los trabjadores en España frente a otros países de la UE. Hizo el siguiente comentario "nosotros trabajamos y no nos quejamos, esperando que el empresario valore nuestra actitud. Ellos sin embargo luchan, y su salario mínimo interprofesional es más alto".
Igualmente, en otros lugares de la unión europea apenas existe economía sumergida para los estudiantes, no se obliga a trabajar más horas de las que se trabaja...
El libro sobre las sectas del que hablo, recalca que en éstas se ensayan técnicas de sometimiento de la voluntad, renuncia a la autonomía, que se llegan a aplicar en algunas empresas. ¿Qué futuro nos espera? ¿Lo aceptaremos alegremente o procuraremos que el mundo sea algo más parecido a lo que querríamos que fuese?