sábado, diciembre 30, 2006

As time goes by

Ahora que llega el cambio de año quería introducir una pequeña reflexión sobre lo que es el tiempo.


Nuestra manera de vivir el tiempo está muy mediada por la religión judeocristiana, según la cual Dios creó el mundo de la nada, de modo que se establece un principio- e implicitamente un final-. Ellos volvieron lineal (y progresivo) lo que los griegos concebían como circular. O algo así.


En realidad esto del cambio de año -y aquellas otras rutinas que se repiten regularmente-, puede llegar a ponernos en contacto con la sensación derivada de vivir en cercanía con la naturaleza, que muere y luego se renueva periódicamente.


Pero sobre todo me parece interesante la reflexión de Nietzsche. Bajo el concepto de "eterno retorno" se esconde lo que yo considero una llamada a sacar el máximo provecho a nuestra vida: ¿harías lo que haces si supieses que se va a repetir por toda la eternidad?


A mí a veces me cuesta trabajo recordar que vivo fases. Cuando lo paso mal creo que no va a ir a mejor nunca. Por suerte la experiencia me induce a tener esperanzas de cambio. Aún así, cuando uno quiere tomar una decisión, planteárselo de esta manera tan radical quizás ayude a tomar la que suponga ser más honestos con nosotros mismos.


¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO A TODOS!!!


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EL PESO MÁS GRANDE. Qué ocurriría si, un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en la más solitaria de tus soledades y te dijese: Esta vida, como tú ahora la vives y la has vivido, deberás vivirla aún otra vez e innumerables veces, y no habrá en ella nunca nada nuevo, sino que cada dolor y ada placer, y cada pensamiento y cada suspiro, y cada cosa indeciblemente pequeña y grande de tu vida deberá retornar a ti, y todas en la misma secuencia y sucesión -y así también esta araña y esta luz de luna entre las ramas y así también este instante y yo mismo. ¡La eterna clepsidra de la existencia se invierte siempre de nuevo y tú con ella, granito del polvo! ¿No te arrojarías al suelo, rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que te ha hablado de esta forma? O quizás has vivido una vez un instante infinito, en que tu respuesta habría sido la siguiente: Tu eres un dios y jamás oí nada más divino. Si ese pensamiento se apoderase de ti, te haría experimentar, tal como eres ahora, una transformación y tal vez te trituraría; la pregunta sobre cualquier cosa: ¿Quieres esto otra vez e innumerables veces más? ¡pesaría sobre tu obrar como el peso más grande! O también, ¿cuánto deberías amarte a ti mismo y a la vida para no desear ya otra cosa que esta última, eterna sanción, este sello?

Friedrich Nietzsche "La ciencia jovial" citado de aquí.

domingo, diciembre 24, 2006

¿Explotación o autoexplotación?

Dedicado a mi primo Fran, y a Miguelo,
que una vez me dijeron que mi blog les resultaba interesante.


Tengo un amigo que trabaja horas extra que no le pagan. En mi propio trabajo llevamos 3 meses sin cobrar las extras. Yo este mes no voy a hacer ni una de más. En cambio mis compañeras confían en la palabra de los portavoces de la empresa -dicen que nos pagarán todo al acabar el año-. Algunas de ellas harán más de 30 extras.

¿Por qué hacemos esto?

Una parte de la respuesta es evidente: lo necesitamos para vivir.

¿Qué pasaría si ninguno transigiésemos con una situación que nos parece injusta?

Otro día más, no puedo evitar traer a colación a las "autoridades" de antropología, en este caso Sahlins, que quedó boqueabierto al descubrir que había grupos de agricultores que no sacaban a las tierras todo el rendimiento que éstas les habría permitido, y que tenían menos hijos de los que se podrían haber permitido. ¿Por qué? Para entender este comportamiento era necesario un cambio de mentalidad: tener más hijos habría supuesto tener que trabajar más -autoexplotarse-, y en lugar de tener tanto como pudiesen, optaban por asegurarse lo necesario y trabajar menos.

Creo que en nuestra sociedad existe ya un movimiento que poco a poco va concienciando a la gente de que no es necesario trabajar tanto, ni consumir tanto. Pero eso no basta para evitar la explotación laboral, ya que desde puestos superiores se transmite al trabajador que toda la empresa depende de él (lo cual no es falso, pero ¿por qué si es tan importante no se respetan sus derechos más elementales? Creando la sensación de ser una sociedad dentro de la empresa, se puede conseguir que el trabajador sienta que se autoexplota, en lugar de sentirse explotado.

En definitiva lo interesante es darnos cuenta de cómo se organiza esta sociedad nuestra basada en el "siempre más", que nos envuelve en un torbellinoque nunca para, que nos deja sin tiempo para descubrirnos a nosostros mismos y lo que queremos

Y más importante aún, caer en la cuenta de que esta sociedad la hacemos enter todos, son nuestras decisiones cotidianas e irreflexivas las que perpetúan las injusticias.

domingo, diciembre 03, 2006

Lo que siento, con otras palabras

(...) todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías, unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción. Marchaban rectos como nosotros, y sin tener necesidad de volverse para tomar el camino que querían. Cuando deseaban caminar ligeros, se apoyaban sucesivamente sobre sus ocho miembros, y avanzaban con rapidez mediante un movimiento circular, como los que hacen la rueda con los pies al aire. La diferencia, que se encuentra entre estas tres especies de hombres, nace de la que hay entre sus principios. El sol produce el sexo masculino, la tierra el femenino, y la luna el compuesto de ambos, que participa de la tierra y del sol. De estos principios recibieron su forma y su manera de moverse, que es esférica. Los cuerpos eran robustos y vigorosos y de corazón animoso, y por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo, y combatir con los dioses, como dice Homero de Efialtes y de Oto. Júpiter examinó con los dioses el partido que debía tomarse. El negocio no carecía de dificultad; los dioses no querían anonadar a los hombres, como en otro tiempo a los gigantes, fulminando contra ellos sus rayos, porque entonces desaparecerían el culto y los sacrificios que los hombres les ofrecían; pero, por otra parte, no podían sufrir semejante insolencia. En fin, después de largas reflexiones, Júpiter se expresó en estos términos: Creo haber encontrado un medio de conservar los hombres y hacerlos más circunspectos, y consiste en disminuir sus fuerzas. Los separaré en dos; así se harán débiles y tendremos otra ventaja, que será la de aumentar el número de los que nos sirvan; marcharán rectos sosteniéndose en dos piernas sólo, y si después de este castigo conservan su impía audacia y no quieren permanecer en reposo, los dividiré de nuevo, y se verán precisados a marchar sobre un solo pié, como los que bailan sobre odres en la fiesta de Caco. »Después de esta declaración, el dios hizo la separación que acababa de resolver, y la hizo lo mismo que cuando se cortan huevos para salarlos, o como cuando con un cabello se los divide en dos partes iguales. En seguida mandó a Apolo que curase las heridas y colocase el semblante y la mitad del cuello del lado donde se había hecho la separación, a fin de que la vista de este castigo los hiciese más modestos. Apolo puso el semblante del lado indicado, y reuniendo los cortes de la piel sobre lo que hoy se llama vientre, los cosió a manera de una bolsa que se cierra, no dejando más que una abertura en el centro, que se llama ombligo. En cuanto a los otros pliegues, que eran numerosos, los pulió, y arregló el pecho con un instrumento semejante a aquel de que se sirven los zapateros para suavizar la piel de los zapatos sobre la horma, y sólo dejó algunos pliegues sobre el vientre y el ombligo, como en recuerdo del antiguo castigo. Hecha esta división, cada mitad hacia esfuerzos para encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua unidad, con un ardor tal, que abrazadas perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra. Cuando la una de las dos mitades perecía, la que sobrevivía buscaba otra, a la que se unía de nuevo, ya fuese la mitad de una mujer entera, lo que ahora llamamos una mujer, ya fuese una mitad de hombre; y de esta manera la raza iba extinguiéndose. (...)

Platón, El Banquete. 189e-191c